Arthur Rackham

Arthur Rackham

viernes, 29 de mayo de 2020

El oficio de un crítico literario

El lugar del crítico es un lugar perverso, lugar del reprimido, de quien se refugia en las palabras de otros y sólo puede escribir sobre muertos. Lugar de los lugares comunes, de las desesperanzas, de los sueños caídos. El crítico está enredado, perdido. Las suyas son palabras estériles de las que nunca florecerá más que podredumbre. Esta es mi carrera literaria. Un continuo hablar a partir de las voces de otros. Un continuo intentar y desgarrarse, un darse cuenta de la tragedia, de que un crítico literario ya nunca podrá ser escritor.

 Y, sin embargo, escribo.


*Puedo afirmar esto luego de haber transitado durante seis años las mismas aulas, las tantas materias, los profesores, los discursos pseudo-eruditos, los palabreríos pueriles, el mundillo académico; luego de todas las lecturas y trabajos que hice a lo largo de la carrera de Letras en Puán, luego de todos mis intentos -fallidos, o no, quién sabe- de escribir, he llegado a una conclusión casi socrática sobre el rol de un crítico literario y su labor. El crítico sólo sabe que no sabe, sólo afirma que no puede afirmar, sólo escribe que no puede escribir. Y en esa contradicción -en esa riña íntima que mantiene consigo mismo y con tantas otras voces- algo sabe, algo afirma, algo escribe.




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