Siguiendo con los cuentos, traigo otro, también muy simple y pequeño. Si el anterior fue escrito en honor a Lovecraft, éste podría ser para Asimov o para Ray Bradbury (sí, los dedico a algunos de mis autores favoritos).
Un avión en el universo
El avión vuela, recorre espacios y universos imposibles. Él puede
soñar tranquilo, sabiendo que no es mejor que vivir, porque él vive como ningún otro.
Recordarán todos cuando cruzó los anillos de Saturno y se detuvo a
mirar el amanecer en el frío Encélado; allí recorrió los castillos de hielo
subterráneos y pudo escuchar el tratado de paz entre saturninos y encelados.
¡Hasta presenció las enormes explosiones de volcanes de nieve! ¿Y aquella vez
que se metió en un agujero negro y salió ileso? Una copia exacta de él se
produjo en un universo paralelo, por materia blanca; sólo una vez pudo
conocerlo, gracias a un hoyo en la curvatura del espacio. Fue un sólo instante
pero eterno, porque como ustedes sabrán, en el espacio no hay tiempo. Y con su
compañía recorrió asteroides, cometas y lluvias galácticas. En una de sus
tantas aventuras, su colega fue alcanzado por radiaciones solares y se derritió
al instante; él logró salvarse gracias al líquido mágico de plomo que consiguió
en una fuente espacial.
Siguiéndolo al avión más de cerca podemos encontrarlo en la
atmósfera de otro planeta, por decisión propia, claro está, porque él es libre.
Estuvo cerca de paredes enormes ya no como las montañas de Marte, sino frías e
incoloras. Este era el lugar más extraño en el que había estado, y eso que
extraños abundaban. Había muchos, millones de seres iguales hasta el hartazgo.
Él, que había celebrado fiestas con granulotes, estreos, marsenses, nupcios,
caminado junto a gigantes de hielo y lava; él, que había conocido tan bien a
seres amorfos y todos diferentes, con sus cualidades y personalidades, con sus
colores y vestidos, estaba sorprendido por este fenómeno. Y le gustó, se
interesó mucho por estos que actuaban, vestían y hablaban de la misma forma. Paseando
por los cielos habló con unos bichos de alas y le dijeron que estaba en la
Tierra; le advirtieron de ser un planeta muy violento y hostil, pero era
demasiado tarde: el avión ya se había enamorado de ese lugar. Lo único que
extrañaría, de ahora en más, sería el silencio, el eterno silencio del universo.
-¡Pero eso es imposible, los pájaros no hablan!
-Callate, ¿no ves que está loco?
-Juan, me parecen muy lindas tus fantasías, pero la tarea no era
esa. Tenías que relatar una historia que hayas escuchado en las noticias. Eso
es imposible, es un avión, no habla, no sueña, apenas puede volar. ¡Es un
avión, no un hombre!
-Por eso mismo, es el único exento de que le corten las alas todo el
tiempo.
Dicho esto se sentó y guardó su avioncito de papel con cuidado,
dando por finalizada su clase expositiva.