Para este Halloween les dejo un cuento corto de mi autoría: "El Señor de las Calabazas", basado en una vieja leyenda irlandesa del siglo XVIII
Feliz Halloween!!!
El Señor de las Calabazas
"-¡No podrás bajar! -le
gritó- a menos que...
-Qué! ¿Qué le dijo?
-Le gritó, que no es lo
mismo.
-¡Ya basta! ¡Escúpalo ya!
-Bueno, bueno... le dijo...
<<No
podrás bajar... a menos que mi alma no pueda ser nunca reclamada por el inframundo>>”
Lejos del vecindario,
allí... entre los pastizales y árboles otoñales, allí en el suelo...
-¡Gomitas verde,
choconueces, cucarachitas moca!
-¡Cascaritas de naranja,
arañas de miel, fantasmitas de mazapán!
-¡Escoba pirulín, pólipos
tirabuzón, cucos de maíz!
-¡Golominosos, viscosos de
calabaza, brujita sorpresa!
Sentados, Many y Orel
contaban sus tesoros entre dientes picados y manos pegoteadas por el sudor de
los disfraces y esa molesta mezcla de azúcar y saliva. ¡Hoy es Halloween! Esa era la frase que les recorría el cuerpo y
les hacía temblar de pies a cabeza. Emoción, la audacia de salir de sus casas y
andar de aquí para allá toda la noche, entre hojas moribundas, gritos de júbilo
y tinieblas; una noche sola en la que los padres no podían interferir. Era la
libertad, rebeldía pura, ser y no ser, la fantasía encarnada en telas y cartón
de color.
Discutían por la brujita
sorpresa, toda una rareza, una verdadera hazaña obtenerla bajo una simple
consigna: ¿Dulce o truco? Pero allí... entre los pastizales y árboles
otoñales... los niños, sí, pero había algo más, alguien más. Una sombra, una
sombra, ¡alguien los espiaba! Y se acercaba haciendo crujir las hojas y los
papeles de caramelo.
-¡Es injusto! Siempre te
toca la mejor.
-Es que mi disfraz es siempre
mejor -decía Orel-diablillo.
-Porque siempre usas el
mismo –mentía Many-querubín, buscando razones para vencerlo y quedarse con la
brujita de la discordia.
-Y tú...
-¡Shhh! –interrumpió a su
hermano, había escuchado algo entre los árboles, era una perfecta excusa para
acabar la discusión que no podía ganar. Las protestas regresaron y con ellas
las risas sin razón tan habituales en los niños.
Pero había una más, una
que no pertenecía a ninguno de los dos; una tremenda carcajada que se acentuó
cuando ambos tomaron conciencia de ella y callaron. Venía de sus espaldas, se
dieron vuelta enseguida; entre los árboles, antes oscuros en la noche, brillaba
el resplandor de un fuego que lanzaba chispas entre las ramas y un tenue humo.
Curiosos, ¡cómo no!, se levantaron aferrándose a sus bolsas-calabaza y se
acercaron lentamente hacia el claro entre los pastos de maíz y las ramas ya
casi desnudas. La risa iba subiendo de volumen conforme los niños descubrían el
círculo que formaba una fogata, para ser coronada en el clímax por un terrible
ataque de tos y un escupitajo al suelo marcando el abrupto desenlace. La sombra
cobraba ahora rostro frente a sus ojos.
-¡Vamos, no sean tímidos!
Many y Orel se miraban
sorprendidos. Flaco, huesudo, un hombre se levantaba para invitarlos a sentarse
al lado suyo.
-¿Qué no me hacen dulce o
truco? Crean o no, esta es mi casa.
Viendo que no respondían
caminó hasta ellos, extendió los largos brazos por encima de sus espaldas y los
acercó al fuego; luego volvió a su porción de suelo. ¿Quién era? Un granjero,
seguro, unos harapos muy viejos y sucios lo delataban; no parecía viejo pero
algo en su rostro, en su forma de hablar denotaban una edad perdida. Un enorme
roble le hacía sombra en la cara llenándolo de huecos y un aspecto sombrío, pero
hablaba y todo lo extraño desaparecía. Su sombrero chamuscado descansaba sobre
la calabaza más cerca... calabazas, los rodeaban muchas calabazas se dieron
cuenta; colgaban como guirnaldas entre las ramas y los pastos, todas encendidas
arrojando sus colores naranjas al aire otoñal. La noche vivía.
-¿Cómo se llama? –preguntó
la curiosa Many.
-¡Oh! –el granjero se
sorprendió, pensó unos minutos y desplegó toda su verborragia- Dicen que soy Halloween, pero no... soy
sólo parte de esta gran fiesta en la que todo lo muerto renace, cobra vida...
verán, yo no soy excepción. Dicen
también que soy malo, aterro a los pueblos, ¡hasta se protegen de mí con mis
propias calabazas! Pero el 31 de octubre nadie puede impedirme darme el gusto
de vivir, pasearme por los vecindarios, volver. Ahhh... ese olorcito que tiene
semejante noche, hay algo en el aire que ninguna otra tiene. Lástima que dure
sólo un día y una noche. Pero ¡qué dices!, todavía tenemos tiempo, ¿quieren que
les cuente una historia, una vieja leyenda?
Los niños pensaron en la
hora, en la imagen de sus padres esperándolos en las ventanas. Se miraron y
respondieron a la vez:
-¡Sí!
El granjero dio un
saltito.
-Bien hecho chicos, a este
buen hombre no se le rechaza nada. Por eso los niños me agradan tanto... –estalló
en carcajadas y ellos también.
Se acomodó un poco en el
suelo para empezar el relato. Orel notó que la calabaza debajo del sombrero se
le parecía mucho, sólo que el hombre gesticulaba y movía los brazos de aquí
para allá cuando ella estaba fija con los ojos inmóviles y su eterna sonrisa.
Los chicos lo miraban atentamente y comían golosinas, el viaje había comenzado.
-Se destacaba por no hacer
nada; Jack el Tacaño, así lo llamaban. Era la envidia del pueblo, seguro. Había
encontrado un terreno baldío, muerto, y como nadie parecía reclamarlo –y nunca
desperdiciaba moneda- lo tomó prestado y se asentó allí. Un enorme roble era su
única compañía y bajo él pasaba las horas, la sombra encima suyo, las hojas
coronando el cielo. Los campesinos lo tildaban de holgazán, el perezoso del pueblo,
el granjero harapiento. Pero, como les dije, le tenían envidia, celos de su
gran suerte... porque la verdad es que tenía una gran suerte.
“Entre copa y copa,
borracho en la taberna no había quién le ganara a los dados y pocos se atrevían
a desafiarlo en la bebida, las pintas desaparecían bajo sus manos y ronda tras
ronda nunca defraudaba a su título. Decían que se encendía en fuego, la boca,
sus ojos, terminaban siempre echándolo a golpes e insultos, violencia contra
violencia todas las noches; él disfrutaba, reía en sus caras. Se fue
acostumbrando a los molestos cuchicheos, secretos de alcohol y charlatanería
barata, <<¡Negra alma! ¡Negra alma!>> los oía decir. ¿Por robar comida en
las tiendas? ¿Por escupirles a las refinadas damiselas? ¿Por espantar con el
aliento a niños decorosos, chantajear a comerciantes y vivir bajo un árbol y
una fogata siempre encendida? <<¡Ellos son peor!>>, se repetía.
“Corrió el rumor de que un
hombre extravagante había llegado al pueblo desde tierras lejanas. Cuestión de
tiempo y voces era que se enterara del terrible Jack, y el pueblo se esforzó en
esto. Así aquella vez, el granjero llegó a la taberna con el frío de otoño a
sus pies y listo para una noche cualquiera.
“-¡Una cerveza!
“Preparaba los dados y la
boca cuando una mano se le posó sobre el hombre y tomó asiento frente suyo.
“-Que sean dos –marchó el
desconocido.
“Era una persona normal,
el viajero extraño, sólo que algo en el aire había cambiado, cierta presión que
Jack no podía precisar por lo borracho que estaba. Comenzaron a hablar, lo
hicieron toda la noche mientras bebían; podía sentir cómo los demás clientes los
observaban y sabía que tramaban algo, tenían una conexión con el hombre extraño.
Cuando entraron en confianza se confirmaron sus sospechas.
“-Jack, amigo... dicen que
tienes mucha suerte...
“Borracho pero siempre
astuto balbuceó entre un trago de alcohol:
“-Ashi pareshe...
“-Bueno, me gustaría comprobarlo -el pueblo estaba en sus
ojos, algo habían pactado para sacárselo de encima.
“Asintió, confiando en sus
atributos, la eterna suerte y la trampa. Bebieron vaso tras vaso y los dados
giraron toda la noche. Pero bajo la mesa notó sus pies, y no tenían ampollas
por el viaje sino pezuñas, negras cáscaras de nuez. La borrachera no le impidió
distinguir su naturaleza y sabía que no tenía oportunidad contra Él, el diablo
Lucifer. Se hizo el tonto y simuló no dar más.
“-Así me gusta verte,
Jack. Vengo por tu negra alma, tu apariencia lo confirma –irónicamente una cola
se movía debajo de su silla.
“-Sólo una cosha másh –fingió estar más ebrio
de lo que estaba, <<¿Llevarte
mi alma? No, gracias >> pensaba. Miró
a los campesinos expectantes que comenzaban a dispersarse temiendo venganza-,
mi última voluntad antes de partir: ¡una ronda másh con mi amigo Luciferrr!
“-Cómo no –respondió el diablo, contra toda
expectativa.
“Llegó el tabernero y como
ninguno de los dos tenía dinero Jack se adelantó y afiló el cuchillo un poco
más.
“-Ya que eresh el
mismísimo diablo, ¿por qué no te haces moneda y le pagash a eshte buen hombre?
Demuestra tu poder y justificarás llevarte esta alma negra como la tuya.
“Lanzando una sonrisa
maligna, Lucifer desapareció dejando una moneda de oro brillante sobre la mesa,
tenía su rostro; Jack echó a un lado al tabernero, agarró la moneda y se la
guardó en el bolsillo, donde llevaba una cruz de plata robada. ¡Lo tenía! Salió
de la taberna con el diablo atrapado en el pantalón, lo dejó escapar frente al
público bajo la promesa de que por un año no volvería a molestarlo. Siempre
pensaba a corto plazo y nunca en el futuro, para él un año era un centenar.
“La moneda de oro, ya sin
rostro, la usó para invertir en la “casa” y compró unas calabazas que las
plantó bajo su roble; sólo tres días fueron suficientes para que crecieran.
Despertó rodeado de ellas, arriba del árbol, entre los pastos y las ramas, de
diferentes tamaños y bellísimos colores. Ahora se destacaba por su huerta de
calabazas. Eran una compañía más, a veces las tallaba y las colgaba de los
árboles próximos. Rápido comenzó a cobrar admiración y sospechas sobre su
procedencia: decían que crecían sobre un cementerio, que había hecho un pacto
con el diablo, que frecuentaba la magia negra, y todas críticas para asustar a
la gente y alejarlas de él. No podían faltar las leyendas sobre Jack, el
endemoniado que asustaba a los niños, maldecía ganados y cosechas o sembraba
calabazas malditas por todo el pueblo. Y él, como respuesta, tomaba en serio
ese personaje y lo hacía realidad: por las noches adquirió el hábito de correr entre
las casas con candiles, asustar a los nenes y desplegar sus hijas naranjas en
las calles. Se divertía mucho y le temían; después de todo, su alma era
inmortal. Estaba feliz por su gran suerte.
“Pero el tiempo pasó y
olvidaba la estúpida promesa. La caída de las hojas y su revoloteo suave
anunciaban un nuevo otoño, un año se había cumplido. Se hallaba Jack tirado
bajo el gran roble y las nubes naranjas y ocres que sostenía, al lado de la
fogata. Hacía frío pero una sensación aún más helada le recorrió el cuerpo
cuando una sombra le oscureció la vista, haciéndolo levantar de golpe. Allí
frente suyo estaba Lucifer, esta vez sin disfraces.
“-Un año pasó, cumplo mis
promesas. El inframundo espera, Jack.
“<<Yo también cumplo mis
promesas, no me dejaré atrapar por un simple diablo>> pensaba.
“-Tengo hambre –dijo.
“-Esa no es respuesta –se acercó, irritado.
“-Tengo hambre –repitió
Jack-, me gustaría comer antes de tan largo viaje –se acomodó el sombrero, el
jardinero y señaló arriba - ¿Por qué no me alcanzas una de las manzanas
deliciosas que están arriba del árbol?
“-¿Por qué no calabaza?
“-Las calabazas no me
gustan, Lucifer, quiero una manzana como último deseo.
“No esperaba que creyera
semejante mentira pero, sorpresa, el muy tonto comenzó a subir por el tronco.
Dicen que el diablo es inteligente, pero ¿quién no sabe que los robles no dan
manzanas? Cuando estuvo arriba, Jack se apresuró y con el cuchillo que usaba
para esculpir calabazas raspó la madera y talló una gran cruz. Otra vez él
estaba atrapado gracias a la astucia-Jack.
“-¡No podrás bajar! –le
gritó- a menos que...”
-¡Qué! ¿Qué le dijo el
señor Jack? –saltó Many con todos los dientes rosados por los caramelos.
-¡Sí! ¿Qué le dijo?
–siguió Orel.
-Le gritó, que no es lo
mismo –aclaró el harapiento algo enojado.
-¡Ya basta, escúpalo ya!
–emocionados se abalanzaban los dos sobre él.
-Bueno, bueno... le
dijo...
“-No podrás bajar a menos
que mi alma no pueda ser nunca reclamada por el inframundo.”
-¿Y entonces?
-Dijo que sí, Lucifer es
bueno a veces... lamentablemente siempre con dobles intenciones; escondía una
respuesta, una situación imprevisible sólo existente años después. Lucifer
aceptó el trato y Jack agregó no ser molestado por un plazo de diez años; así
fue. Transcurrió el tiempo, su presencia se fue haciendo más hostil y
desagradable en el poblado. Evitaban la granja de calabazas que cada otoño se
encendía por las noches en una extraña llamada de compañía. Su estado era
deplorable, seguía siendo el terror de los niños; a él le agradaban y los asustaba
o les regalaba algunos caramelos, para luego ser tirados a la basura ni bien
pisaban sus hogares los padres.
“La bebida y el juego lo
fueron consumiendo cada día más pero no le importaba, él y su alma habían
ganado el derecho de vivir para siempre. Así que seguía haciendo de las suyas.
Cada otoño se cumplía el aniversario del vencimiento del diablo y fue en esa
época en la que murió, antes de los diez años pactados.”
-¡Pero no podía morir!
-Su alma no podía, él sí
lo hizo. Todos mueren, ¿por qué Jack no sería excepción? Así que murió. Una
noche estaba bebiendo en los bosques naranjas, en una parte alejada y
ondulante. Llevaba varias botellas bajo el brazo y mientras caminaba, bailaba y
cantaba, encendía fogatas pequeñas. Era la noche del 31 de octubre, el año
nuevo de la antigüedad, ¡Samhain!, vida y muerte, puente, una fiesta. Recitaba
muy borracho una vieja canción.
“All sparks will end
but in the end...
after dark,
after dead,
when everybody listen to crows
and Samhain”
“Y en la décima repetición
resbaló sobre un montón de hojas podridas, tambaleó de una manera tonta y
levantó las manos lanzando las botellas por el aire para manotear alguna rama,
pero estaba demasiado borracho; cayó por un barranco rodando y se estrelló la
cabeza contra una roca enorme. El pueblo escuchó sus cantos desde lejos
seguidos por un grito seco, Jack el Tacaño estaba muerto. ¿Podía ser posible?
Engaño, engaño del Diablo. Confundido, Jack se levantó y vio su cuerpo
semidesfigurado con una sonrisa ridícula envuelto de hojas y ramas. Samhain...
puente entre vida y muerte; rió por un rato y emprendió el camino hacia Los
Cielos para obtener su recompensa. <<¡Llegaré justo para el día de Todos
los Santos!>>.
Volvió a reír.
“Cuando tocó con su sucia
mano Las Puertas, lo atendieron unos ángeles demasiado blancos; él les sonrió
horriblemente y despidió un aliento a vino que los espantó. Vino otro más
grande y soberbio que sin acercarse lo miró y le dijo:
“-Media vuelta, alma
negra. Aquí no tienes lugar. ¡Media vuelta, vete ya!
“No entendió el cantito pero un golpe en la espaldo lo hizo
caer unos cuantos metros hasta aterrizar en unas tierras muy oscuras. Envuelto
en aire denso se dirigió a unas puertas de hierro forjado como espiral; apenas
alcanzaba a ver gracias a unas llamitas que flotaban en el aire. Tocó temeroso
y las puertas se abrieron de par en par, despidiendo humo.
“-Media vuelta, alma
negra. Tú no te dejaste atrapar. ¡Media vuelta, vete Rufián!
“Jack abrió los ojos
sorprendido. Una voz grave, familiar, estalló en carcajadas. Era Lucifer.
“-Cumplo mis promesas, tu
alma no puede ser reclamada, está condenada a vagar... vagar por la eternidad.
¿No era lo que querías Astuto-Jack?
“-Así parece –dijo
burlonamente, ganaba, realmente había sido bueno, pensó. Se disponía a dar la
vuelta, feliz, cuando una larga cola lo envolvió y estrujó su cuerpo huesudo.
Sus ojos tuvieron a los del diablo a centímetros en un segundo.
“-Cumplo mis promesas...
pero siempre las modifico un poquito. Volverás a Tu mundo Jack, sí, volverás...
pero estarás obligado a hacerlo en tinieblas, rodeado de espíritus malignos,
seres deplorables de la noche y muerte semejantes a ti, Astuto-Jack; no temas.
“La mente encendida de su
presa le respondió enseguida:
“-Concédeme sólo una noche,
un día al año. Una oportunidad de volver a existir Admirable-Lucifer –él lo
miró desconfiado, pero vio que estaba sumido en el temor, olvidaba que también
era buen actor.
“-Elige.
“Jack no dudó.
“-Octubre, 31 de octubre.
La noche en que uno puede ser y no ser.
“-¿Sabes Jack? –desenvolvió
su cola y lo depositó en el suelo- si no me hubieses engañado tantas veces
podríamos haber sido grandes amigos. ¡Ahora vete! Tu eternidad aquí comienza.
“Una escalera se abrió
entre la tierra. Jack caminó hacia esa boca oscura, tan oscura que no dudó...
con su dedo alcanzó una de las llamitas suspendidas en el aire y corrió a la
escalera. <<¡Tramposo!>> gritó Lucifer y estiró su cola para
atraparlo pero fue tarde, Jack había cruzado el umbral. Esa chispa prometeica
lo protegería en sus viajes y así la depositó con cuidado para que viviera
en... ¿un hogar?, ¿un candil? No, ¡una calabaza! Y así, condenado a vagar en la
ignominia, cada 31 de octubre los vientos y hojas reconstruyen su cuerpo, lo
hacen visible para el mundo. Sus huesos amarillos yacen escondidos en los
bosques durante todo el año esperando que una lucecita naranja aparezca entre
los árboles desnudos. Y es ese día cuando vuelven las risas estrepitosas, sus
cantos y correteos por los campos, sus golpecitos en las puertas diciendo
¡truco, truco, truco! y cada tanto ¡dulce! Pero siempre riendo, vagando en el
único día que se le es concedido volver a vivir. El pueblo sólo puede disfrazar
sus casas con monstruos y fantasmas para espantar a Jack, ya no el Tacaño sino
el de la Linterna, Jack el de las Calabazas.”
-¡Grandioso! ¡Grandioso!
–comenzó a saltar Many alrededor del fuego, imitando a su nuevo ídolo, mientras
el hombre reía a carcajadas.
Orel divisó entre las
llamas a la calabaza sonriente del suelo, tan parecida... haciendo mímesis con
el rostro del granjero. Se reconoció en medio de los cantitos de su hermana y
el señor extraño, rodeados de luces titilantes, de un fuego que danzaba sobre
unos huesos amarillos, de un árbol gigante con una cruz tallada en el tronco.
Se levantó de inmediato y agarró a Many de la mano.
-Disculpe señor, se nos
hace tarde, nos vamos.
Él paró de reir y los miró
confundido.
-¿Tarde? En un minuto
Halloween se habrá ido, ¡obvio que es tarde! Para mí más que nadie. Quédense un
ratito más.
-Adiós -arrastró a Many en
torno al fuego, con miedo de que, torpe como era, rompiera la
calabaza-cabeza-Jack.
El hombre se había
levantado, era muy alto y escuálido.
-¡Rápido! ¡Rápido! ¿Dulce
o truco? Digan, no sean tímidos.
-¡Dulce! gritó Many.
El granjero sacó una
calabaza llena de caramelos.
-Ahora tú, rápido, niño
–viendo que no contestaba sacó otra igual y se la dio-. Son calabazas muy
especiales, que sus padres no las tiren. Ahora sí, ¡adiós niños!
Caminaron entre los
árboles dejando atrás al claro. Se escuchaba cantar al hombre <<All sparks will end...>>. Reía y jugaba diciendo cada tanto
¡adiós!, ¡adiós!, levantaba las calabazas, bailoteaba entre hojas y fuegos. Se
despedía del mundo.
Orel levantó su calabaza.
Sorprendido le gritó con emoción a su hermana.
-¡No era tacaño! –viendo que
ella no entendía agregó- ¡Brujitas sorpresa! ¡Muchas, la calabaza llena! –ahora
sí.
-¡Orel tienes razón! El
Señor de las Calabazas fue tan bueno... volvamos a visitarlo, ¡volvamos mañana!
Llegaron al pueblo, a sus
espaldas una última lucecita con un rostro especial titiló moribunda y se
apagó. Jack se había ido.
-No creo, Many, que lo
volvamos a ver.
Los gritos de los niños ya
silenciaban llevados por la brisa de madrugada, el vecindario volvía a su vida
normal. Mañana los fantasmitas serían descolgados de las puertas, los disfraces
a la basura, los dulces en empachos, todo terminaba en algo. Un año, un año y
las llamitas deliciosas volverían otra vez, el aroma, las calabazas despejando
tinieblas, los correteos de casa en casa, Jack. Una hermosa leyenda renace cada
31 de octubre, cual ave fénix, oh dulce Halloween.
Basada en la verdadera
leyenda de Jack’o Lantern.
Dedicada a Halloween y todo lo que nos
trae
su recuerdo y presencia.
Feliz Halloween!!!