Arthur Rackham

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domingo, 27 de abril de 2014

Cuento: Un avión en el Universo



Siguiendo con los cuentos, traigo otro, también muy simple y pequeño. Si el anterior fue escrito en honor a Lovecraft, éste podría ser para Asimov o para Ray Bradbury (sí, los dedico a algunos de mis autores favoritos). 


Un avión en el universo

El avión vuela, recorre espacios y universos imposibles. Él puede soñar tranquilo, sabiendo que no es mejor que vivir, porque él vive como ningún otro.
Recordarán todos cuando cruzó los anillos de Saturno y se detuvo a mirar el amanecer en el frío Encélado; allí recorrió los castillos de hielo subterráneos y pudo escuchar el tratado de paz entre saturninos y encelados. ¡Hasta presenció las enormes explosiones de volcanes de nieve! ¿Y aquella vez que se metió en un agujero negro y salió ileso? Una copia exacta de él se produjo en un universo paralelo, por materia blanca; sólo una vez pudo conocerlo, gracias a un hoyo en la curvatura del espacio. Fue un sólo instante pero eterno, porque como ustedes sabrán, en el espacio no hay tiempo. Y con su compañía recorrió asteroides, cometas y lluvias galácticas. En una de sus tantas aventuras, su colega fue alcanzado por radiaciones solares y se derritió al instante; él logró salvarse gracias al líquido mágico de plomo que consiguió en una fuente espacial.
Siguiéndolo al avión más de cerca podemos encontrarlo en la atmósfera de otro planeta, por decisión propia, claro está, porque él es libre. Estuvo cerca de paredes enormes ya no como las montañas de Marte, sino frías e incoloras. Este era el lugar más extraño en el que había estado, y eso que extraños abundaban. Había muchos, millones de seres iguales hasta el hartazgo. Él, que había celebrado fiestas con granulotes, estreos, marsenses, nupcios, caminado junto a gigantes de hielo y lava; él, que había conocido tan bien a seres amorfos y todos diferentes, con sus cualidades y personalidades, con sus colores y vestidos, estaba sorprendido por este fenómeno. Y le gustó, se interesó mucho por estos que actuaban, vestían y hablaban de la misma forma. Paseando por los cielos habló con unos bichos de alas y le dijeron que estaba en la Tierra; le advirtieron de ser un planeta muy violento y hostil, pero era demasiado tarde: el avión ya se había enamorado de ese lugar. Lo único que extrañaría, de ahora en más, sería el silencio, el eterno silencio del universo.
-¡Pero eso es imposible, los pájaros no hablan!
-Callate, ¿no ves que está loco?
-Juan, me parecen muy lindas tus fantasías, pero la tarea no era esa. Tenías que relatar una historia que hayas escuchado en las noticias. Eso es imposible, es un avión, no habla, no sueña, apenas puede volar. ¡Es un avión, no un hombre!
-Por eso mismo, es el único exento de que le corten las alas todo el tiempo.
Dicho esto se sentó y guardó su avioncito de papel con cuidado, dando por finalizada su clase expositiva.

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